Redes sociales, ¿Lo que ves es lo que hay?

Tendemos a publicar el contenido que sabemos que va a funcionar, que va a generar la respuesta que uno espera, sin preguntarse: ¿Realmente esto define este momento para mí?

Entre lo que ves y lo que hay, media un mundo de diferencia

La hiperconexión, los avances en las tecnologías de comunicación e internet han revolucionado la forma en la que vivimos nuestras relaciones sociales y nuestro día a día. Pero, ¿lo que ves es lo que hay? Si hacemos un uso irresponsable de estas herramientas, también pueden ser un arma de doble filo.

Podemos usar las redes sociales para compartir ciertos elementos de nuestra vida, para contactar con otras personas, para pertenecer a un grupo con aficiones parecidas… Y muchas veces lo hacemos, pero muchas otras caemos en comparaciones, en falsedades y en no mostrarnos tal y como somos. Y esto nos afecta constantemente, aunque la mayoría de veces no nos damos ni cuenta.

¿Lo que ves es lo que hay?
Redes sociales, ¿Lo que ves es lo que hay?

Se basa todo un poco en la retroalimentación: Al observar otras vidas supuestamente maravillosas, e imágenes positivas, nos sentimos tristes con nuestras propias vivencias y nos bajan la autoestima. Por tanto, solemos publicar las imágenes más positivas y felices posibles, para ocultar la realidad que vivimos, que no suele ser tan positiva.

Es por eso que frases como “Somos la generación triste con imágenes felices” definen muy bien que está ocurriendo actualmente con las dinámicas sociales en las redes.

Tendemos a publicar el contenido que sabemos que va a funcionar, que va a generar la respuesta que uno espera, sin preguntarse: ¿Realmente esto define este momento para mí?

Distintas redes, distintas dinámicas de postureo

Pero no en todas las redes se da esta dinámica de la misma forma, el medio provoca actitudes distintas. Esta diferencia se nota bastante entre, por ejemplo, Instagram y Twitter.

Distintas redes, distintas dinámicas de postureo

Pese a que no es una red social perfecta, ni mucho menos, Twitter lleva un tiempo siendo más abierta a todo tipo de sentimientos y temas, incluso a veces demasiado. En cuestión de 280 caracteres, es decir en frase y media, puedes expresar lo que se te pasa por la cabeza, prácticamente sin necesidad de filtrar si vas a parecer vulnerable, si no te deja en buen lugar, o si simplemente no te hace parecer feliz. Aquí no importa. De hecho, suele ser un sitio donde encontrar bastante negativismo, comentarios tristes, de crítica, etc.… Pero eso no es más que el reflejo de la sociedad que usa la red.

En Instagram, al utilizar la fotografía y lo visual, suele ser más propenso a que queramos mostrar la mejor parte de nosotros. Ese viaje tan guay que hice en verano, las vistas al atardecer, ese plato de comida que me salió tan bien, una de las veinte selfies en las que salgo perfecto… Esto en un único perfil no importaría demasiado, pero si lo aplicamos a el 90% de los perfiles de Instagram, nos encontramos con un escaparate gigante donde todo el mundo vive vidas maravillosas, o al menos eso es lo que parece.

Necesito que me mires todo el tiempo

Algo que ocurre también con frecuencia es la necesidad de la conexión constante. No se trata tanto de una adicción a las redes como tal, si no a lo que provocan. Tendemos también a la sobreexposición, volcando “toda” nuestra vida para mostrarla a los demás.

Existen de dos tipos, los que deciden hablar sobre su vida real, con sus subidas y sus bajadas, pero no se guardan nada para ellos mismos, no tienen privacidad ninguna. Esto puede degenerar en una necesidad de atención constante, y puede estar mostrando falta de afecto en la vida real, así que tampoco es algo recomendable. Siempre hay que guardarse ciertos elementos para uno mismo, y hacer un ejercicio de introspección.

Todo medido al detalle…¿esto es real?

Luego están los que siguen la clásica postura social, donde parece que vivan una vida maravillosa y cada publicación está medida al detalle. Pero claro, al publicar solo lo que nos interesa, nuestros momentos felices, donde salimos más favorecidos, acabamos mintiéndonos tanto a nosotros mismos que perdemos la percepción de nuestra vida real, y eso provoca un efecto rebote.

Para que nos entendamos: Cuando no estamos conectados, nos sentimos más tristes de lo que deberíamos, porque nos hemos creído nuestra fantasía. Es por eso que, ni tanto ni tan calvo. Debemos cuidar lo que compartimos, pero no inspeccionar con lupa ni tergiversar la realidad.

Las comparaciones y el síndrome FOMO

Todo esto tan solo es por lo que respecta a lo que uno mismo decide publicar. Pero, ¿Qué nos produce lo que vemos y percibimos de las publicaciones ajenas?

“Hoy cuesta estar en lo que estamos porque siempre podría haber algo mejor. Síndrome FOMO, lo llaman: fear of missing out. La sensación torturante de que la vida de los otros es más interesante que la nuestra.”

AMADOR FERNÁNDEZ SABATER

La comparación también es un efecto que debemos evitar en nuestras vidas. Pero, con las redes sociales por desgracia esto se ha visto en aumento. Como he mencionado antes, la gente parece vivir vidas maravillosas y muy felices, y solemos sentir la necesidad de compararlas con la nuestra. Aunque en realidad es simple apariencia. De nuevo, volvemos al problema clave: Mostrar solo lo positivo crea una imagen irreal y no normaliza los malos momentos que todos pasamos en nuestra vida.

El “Fear of Missing Out” también se aplica a intentar consumir el contenido de las redes constantemente, para sentirse parte de algo, y no quedarse atrás. Y esto puede provocar que intentemos ser o parecer alguien que no somos. Y en realidad, esto no es nada positivo para nosotros.

El síndrome FOMO

Sentimos la necesidad de “camuflarnos” y ponernos distintas caretas dependiendo del grupo con el que hablemos, y no mostrarnos al completo.

VICTOR VALIENTE

Haciendo una pequeña reflexión, nos damos cuenta de que la culpa no es en su totalidad de las redes sociales, si no nuestra.

No estamos nada acostumbrados a una conexión total y constante con prácticamente cualquiera y, sobre todo, como sociedad aún no tenemos del todo aceptado que estar triste, mal o simplemente no estar eufórico, es normal.

Claramente, vemos que, hasta cierto punto, el medio guía al usuario a cierto tipo de publicación, ahí tenemos a los críticos negativistas de Twitter y a los de la vida de ensueño de Instagram. Pero de nuevo, sin nosotros, las redes sociales no serían absolutamente nada, nosotros estamos en control.

Puedo subir esa selfie en la que salgo normal, puedo hacerle una foto al sándwich que me he hecho para cenar y publicarlo tan tranquilamente. Si tengo un día gris, puedo hablar de ello y mostrarlo. O al menos debería poder. Eso es lo que de verdad nos acabaría siendo útil, ver que todo el mundo tiene sus días malos, y que no pasa absolutamente nada, porque es algo normal.

Es una cuestión colectiva, de todos

De nuevo, es una cuestión colectiva. Como sociedad seguimos viendo mal el no sentirnos bien. Lo mejor que tenemos en nuestras manos es normalizar que la vida tiene subidas y bajadas, y que es imposible que todo vaya perfecto siempre.

No podemos vivir engañados entre filtros, y menos en estos tiempos donde esa “vida virtual” forma una parte muy importante de nuestra realidad. Es por eso mismo que tenemos que entender que las redes son solo herramientas, nosotros dictamos y conducimos hacia donde las queremos llevar.

Normalizar la vida real, no ponerle filtros de belleza ni adornarla, porque nos mentimos a nosotros mismos y a los demás.

En definitiva, aunque podemos decir que las redes sociales nos están guiando hacia un camino marcado, donde solo vale un estilo de vida en concreto, tenemos que decidir nosotros mismos cómo y qué queremos mostrar. Claramente una mejor educación emocional nos haría ver que no es viable estar feliz continuamente, y que también hay que aceptar y abrazar todos esos momentos bajos de nuestra vida, y mostrarlo es la mejor manera de normalizarlos.

Muchos no nos damos ni cuenta, pero es importante hacer el ejercicio de valorar la montaña rusa que es tu vida, y darse cuenta de qué mostramos de ella en redes. Y, sobre todo, no dejarse engañar por las dinámicas de otras personas, ya que probablemente la vida que muestren en, por ejemplo, Instagram, no represente bien su vida real.

No es oro todo lo que reluce, ni tampoco debería serlo

Mostrar simplemente lo que hay sin tener que vender nada a nadie ni a nosotros mismos

Víctor Valiente

Joven con espíritu crítico

Con 22 años y habiendo pasado la mitad de ese tiempo online, llevo exprimiendo todo lo que este mundo tecnológico me puede ofrecer. Más allá de ayudarme a desarrollar mis habilidades como diseñador gráfico y animador, internet ha criado mi espíritu crítico y enseñado a ver todo lo que me rodea con perspectiva

Claves

  • Las redes sociales son solo herramientas, nosotros las manejamos.
  • Aceptar los días grises y la tristeza como partes fundamentales de la vida.
  • Dejar de idealizar las vidas ajenas por lo que vemos en internet.
  • La comparación casi siempre nos trae problemas.
  • Debemos separarnos del constante uso de las redes sociales, pueden perjudicar nuestra autoestima.