¿Quién rayos soy yo? Hace mucho, mucho tiempo, cuando una crisis personal parecía querer llevarse por delante todo lo que había construido durante muchos años, surgió una pregunta de lo más profundo de mi ser, de mi espíritu, de mi alma…. lo mismo da. Una pregunta que dejó tras de sí lo mismo que Othar (el caballo de Atila), un sendero, un camino donde pensaba no podía volver a surgir la hierba, la vida.
En aquel momento de mi existencia, cuando los pilares sobre los que me había sustentado se vinieron abajo, y con ello todo aquello que me había dado una identidad, surgió esa pregunta que fue de alguna manera el revulsivo que estaba buscando.
Esta era una pregunta que en realidad lo esconde todo, de hecho me atrevería a decir que hemos venido a este mundo, a la vida para encontrarla una respuesta. Es nuestro único objetivo. El problema es que muchas veces nos perdemos intentando responder a otras preguntas que en realidad no son tales, puesto que no tienen respuesta.
Buscando respuestas…
En realidad hemos venido a la existencia, a este maravilloso, pero también peligroso lugar para poder encontrar una respuesta a ese gran misterio que en realidad es la vida. Me figuro que habrá ya alguno que se figurará de qué tipo de pregunta hablo… por ejemplo ¿Qué hemos venido a hacer aquí, a este lugar perdido en un inmenso universo? Pero no, siento decepcionar, pero no es esa.
Yo siempre estuve muy tentado a buscar, bueno en realidad más que tentado debería decir que pasé mucho tiempo intentando encontrar una respuesta a esa pregunta que todavía no he compartido. Por eso quizá me hice filósofo, a pesar de haber pasado cinco años de mi vida estudiando por qué la economía mueve al mundo, me lancé a unos estudios que esperaba me diesen la ansiada respuesta.
Me di cuenta mucho más tarde de mi error. Después de dedicar mucha energía a este cometido me percaté de que el camino que había llevado hasta entonces no era el correcto. Debía de volver al principio. Fue pues durante esa crisis que hizo que se me desmoronarán los pilares que me sostenían en el mundo, y que el aire que respiraba no llevara el oxígeno suficiente para mantenerme vivo, cuando me di cuenta de que en realidad había algo más obvio, más evidente que se me escapaba…
Soltando se encuentra
Todo radicaba en no buscar la respuesta a esa maldita pregunta. Si la encontraba algún día, no iba a ser porque me hubiera devanado los sesos durante años. En fin ya sé que habrá más de uno que comenzará a dudar de su existencia.
Pues no. Esa pregunta existe, y como ya he dicho en realidad esconde todo lo que hemos venido a hacer a este mundo. De hecho es muy sencilla, tan sencilla que muchas veces pasa desapercibida, pasa de largo, se pierde con el susurro del viento o el aullido del bosque. Es una pregunta que se esconde en lo más profundo del ser humano, que llega hasta la raíz misma de nuestro ser y que por eso no nos enteramos de su existencia.
En mi caso, como he dicho, tuvo que surgir cuando, una crisis personal hizo que dudase de todo, que me replantease hasta quién era yo, Fue entonces y solo entonces cuando surgió. Pues sí, porque la pregunta de marras que me salvó la vida y que me hizo buscar con ansiedad su respuesta es: ¿Quién rayos soy yo?
He de reconocer que después de muchos años de vida (rondo el medio siglo) todavía no he sido capaz de responderla. Y eso que he pasado más de una crisis en la que me he dejado por el camino mucho de lo que creía que era yo… que si una profesión, que si un padre de familia que quiere con pasión a sus hijas, que si un compañero de viaje para una mujer que también, gracias a Dios, busca lo mismo que yo, que si amigo…, pero con el tiempo me di cuenta de que el método de eliminación no servía para responderla.
Descender a los infiernos
Desgraciadamente entendí que solo existía la oportunidad de descubrir la respuesta a esta pregunta al descender a los infiernos, cuando no hubiese nada que sirviese como tabla de salvación, cuando el naufragio fuese tal que ni siquiera la madera más cercana, el chaleco salva vidas o el flotador nos sirve para mantenernos a flote.
¡Oh bienvenidas esas crisis de las que huimos como alma en pena, porque son ellas las que nos hacen bienaventurados!, como dijo un gran sabio que vivió hace unos miles de años. Fue entonces, cuando se me cayeron los palos del sombrajo, cuando surgió implacable esa maldita pregunta, ¿pero quién rayos soy yo?
Me figuro que una vez pasadas todas las crisis de los cuarenta, puesto que son muchas no es una sola, solo me queda ya pasar una última … la del ultimo y gran momento, el momento en el que el misterio de la existencia, digo yo, se nos solventará.
Y mientras tanto…
Pero en el ínterin, mientras ese momento llegue y la respuesta se nos rebele una y otra vez, me figuro que deberemos dedicarnos a la único que en realidad sabemos hacer, a lo único a lo que deberíamos haber dedicado nuestras energías desde un principio: a vivir. Con lo que esto supone de alegrías y tristezas, de dolor y placer, de paz y de guerra, puesto que así somos los seres humanos, seres llenos de contradicciones de lo mejor y de lo peor… sino seriamos cualquier otra cosa, robots, ángeles pero no humanos.
Así somos los seres humanos, seres llenos de contradicciones de lo mejor y de lo peor… sino seriamos cualquier otra cosa, robots, ángeles pero no humanos.
JUAN PARDO VIDAL
Sí, es así como empecé encontrar la respuesta, cuando un día al despertar noté el aire llenar mis pulmones, cuando al andar por la montaña escuché el sonido de un arroyo o cuando al nadar sentí el agua sosteniendo mi cuerpo. Por eso tengo la sensación de que a esto a lo que me he dedicado últimamente a respirar, a andar y a nadar, es decir a vivir, es la respuesta a la pregunta que tanto tiempo lleva rondándome la cabeza.