Las emociones son respuestas de nuestro cuerpo ante situaciones que estamos atravesando en relación con lo que nos rodea o con nuestro interior, con nosotros mismos. Los pensamientos, las emociones y nuestro cuerpo están tan íntimamente ligados que es difícil diferenciar dónde comienza y dónde termina cada uno.
Nuestros pensamientos generan emociones y nuestras emociones generan reacciones en nuestro cuerpo, de la misma manera que una emoción desencadena pensamientos o una sensación física provoca una emoción…todo influye en todo, porque funcionan de la mano. Entender esto nos ayuda a comprender la importancia de conocer y gestionar nuestras emociones y nuestros pensamientos.
¿Para qué sirve la emoción?
La emoción tiene como misión darnos información sobre algo que nos está pasando para que nos demos cuenta y hagamos algo al respecto. Puede nacer por algo que nos ocurre “fuera” o interactuando con nuestro entorno, o bien despertarse por nuestros pensamientos o procesos internos, sin que nada pase fuera.
La emoción no viene para quedarse, somos nosotros los que, en ocasiones, la dejamos atascada y no la dejamos que nos dé su mensaje. Este bloqueo lo podemos provocar de diferentes maneras, negándola (yo no puedo sentir esto), reprimiéndola (lo guardo hacia dentro y la meto en un cajón donde no la veo) o proyectándola fuera (la reconocemos en el de enfrente, pero jamás en nosotros).
Cuando hacemos esto la emoción se queda enquistada y grita cada vez más fuerte, haciéndose cada vez más grande. Es como una bola de nieve en una pendiente. Cuanto más alto grita nuestra emoción, más fuerte serán las señales de nuestro cuerpo, cómo diciendo: ¡Hey! ¡¡¡Estoy aquí, escúchame!!! Los síntomas físicos en muchas ocasiones son llamadas de auxilio de la emoción para que la hagamos caso. Probará de todo hasta que la escuches y la dejes ir.
Suena genial…entonces, ¿qué nos pasa?
Parecería lógico que siendo así “acogiéramos” todas nuestras emociones por igual y las dejáramos hablar y luego irse, ¿verdad? Pero, la realidad es que muchos de nosotros sentimos algunas de ellas como una amenaza, una vergüenza, una debilidad…y no las permitimos estar. Las razones por las que algunas de ellas nos resultan inadmisibles pueden tener su origen en el entorno en el que nos hemos criado, nuestra educación, nuestra religión, nuestra cultura…sea como sea, lo más importante es que desbanquemos la idea de que hay emociones positivas y negativas o buenas y malas.
Todas las emociones son igual de valiosas. Lo que sí podríamos decir es que las sensaciones que traen algunas emociones son agradables y otras desagradables. Teniendo en cuenta que todos buscamos un estado de bienestar, la tendencia natural es evitar aquellas que no son placenteras.
Este es uno de los problemas más habituales, queremos “aferrarnos” a las emociones y sentimientos que nos generan bienestar (alegría, agradecimiento, confianza…) y evitar aquellos que nos desagradan (miedo, tristeza, ira…).
Como nos enseñan las sabias tradiciones milenarias y muchas corrientes filosóficas, nuestro sufrimiento comienza por el apego y la aversión, por la falta de aceptación de lo que hay en cada momento. Vivimos en lucha por lo que queremos que sea y no es.
“La vida no es lo que se supone que debe ser. Es lo que es. La forma de lidiar con ella es lo que hace la diferencia”.
Virginia Satir
No hay dolor en las emociones sino en tratar de evitarlas, es como cuando un niño va a ponerse una vacuna y el sufrimiento empieza mucho antes con la ansiedad y la anticipación del daño, que cuando realmente le dan el pinchazo.
Cuanto más nos resistimos a una emoción más persiste y se agrava.
También debemos poner atención a la intensidad de la emoción y a su duración.
Las emociones pueden ser muy potentes, por momentos podemos sentir que toman el mando hasta el punto de confundirnos con ellas…esto sí puede plantearnos un problema porque nos zarandea y nos quitan perspectiva. Se trata de entender la emoción, no de actuarla sin más.
Cuando las emociones son muy intensas y están cargadas de energía, lograr respirar profundo tres veces o contar hasta 10 antes de decir o hacer algo impulsado por la emoción te puede cambiar la vida. La diferencia entre responder y reaccionar es clara, en la primera diriges tú, en la segunda cedes tu poder al otro. Tú eliges.
Por ejemplo, esos días que te levantas y te miras al espejo y te ves una cara horrible, miras por la ventana y está lloviendo, llegas tarde, pierdes el bus…entras en un estado que distorsiona todo lo que ves, ante esto podrías:
Reaccionar sumergiéndote en la tristeza y en la queja de manera automática
O bien, si eres capaz de darte cuenta de qué emoción está detrás y la separas un poco de ti, responder llamando a un buen amigo para reírte del día que llevas, cambiando así la emoción y respondiendo con una acción que te lleve a otro estado o, simplemente, acojas que es la emoción que está pasando por ti y la dejes estar el tiempo que necesite.
Respecto a la duración de las emociones, es muy variable. No a todos nos duran lo mismo y no siempre lo hacen de la misma manera. Hay situaciones vitales que nos enfrentan a emociones muy fuertes y potentes como puede ser un duelo por un ser querido, la pérdida, la tristeza y el vacío nos puede llevar a atravesar muchas emociones distintas y en grados muy diferentes, no hay reglas, todo puede ser. La clave está en dejarse estar en las distintas emociones sin resistirse y dejándose, en la medida de lo posible, acompañar por alguien de tu entorno que sientas que puede acompañarte de manera amable y acogedora.
Cuando nos quedamos atrapados en una misma emoción durante un tiempo muy prolongado es posible que necesitemos ayuda de un profesional, no lo dudes y si te ocurre esto pide ayuda.
Gud Match, dónde todas las emociones tienen su espacio
Por eso en Gud Match te invitamos a que aprendas sobre tus emociones, tus códigos y tu lenguaje emocional. Presta atención a las señales de tu cuerpo y acoge lo que haya y déjalo estar porque cuando termine su “misión” se irá como ha venido.
Aquí podrás expresar lo que sientes y cómo lo sientes sin juicio y sin censura. Lo podemos hacer sea cual sea la emoción, lo único que debemos mantener es el respeto y no agresión al otro.
Pide orientación al otro guder si no tienes claro lo que te pasa, a lo mejor te puede decir lo que él ve, escucha, o lee en ti, pero recuerda que sólo debes quedarte con lo que sientes que es tuyo y dejar el resto. No olvides que cada uno llevamos nuestras propias gafas y puede que lo que devolvamos tenga que ver más con nosotros que con el otro.
También podrás ser tú el reflejo del otro recogiendo lo que ves. Esto cambiará dependiendo del canal que hayáis elegido para encontraros ya que no es lo mismo “descifrar” una comunicación por texto, que por voz o videollamada.
Cuando cuentas con la voz puedes observar distintos tonos (si habla muy fuerte, como enfadado; o si bien apenas se puede escuchar su hilo de voz…); entonación, tempo (si habla muy rápido o muy despacio…); silencios…todo ello puede ser un reflejo de cómo se siente.
Cuando tienes la posibilidad de ver al otro podrás ver cómo es su lenguaje corporal, los gestos de su cara, si tiene apretados los puños o cruzadas las piernas o brazos, si hace movimientos bruscos o está tenso…el lenguaje no verbal es fascinante y nos enseña mucho sobre nosotros mismos y los demás.
Os animamos a ser el espejo del otro en Gud Match y ayudarle a desvelar sus códigos emocionales, también puedes hacerlo en tu entorno con tus familiares y amigos, ¡les ayudarás!
Los resultados de esta nueva forma de “mirarnos” y reconocernos son rápidos y maravillosos, cuando lo logramos entramos en un estado mucho más pleno y sereno.
«“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”
Aristóteles